He de reconocer que le he cogido gusto a la huida hacia delante. Un día surge la posibilidad, sin que un signo de emoción o de contrariedad decante la balanza. Al siguiente, sin nada mejor que hacer y vencido por la indiferencia, me encuentro tomando un tren o un avión hacia una nueva ciudad. En un primer instante, la oportunidad de volver a empezar me embriaga; luego me devora la melancolía a medida que me acerco al destino. La nueva etapa de mi eterna huida se llama Madrid y, a tenor de lo que promete las vinculaciones contractuales, apunta a ser una parada larga. Quizá descubra de qué huyo. Quizá ya esté preparando la próxima huida.
*Próximamente, en este blog, pantallas de baja moral y palabras que nadie ha pedido leer, ‘Un gañán en la capital’, la epopeya de un idiota que va a por lana y sale trasquilado.
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Me gusta la palabra gañán… No son tan zotes y alcornoques como algunos capitalinos creen. Salud y saludos.
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Me gusta mucho como escribes, tienes un repertorio lingüístico maravilloso.
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