No existe la falta de inspiración. Lo que falta son horas de autobús. El trayecto Madrid—Granada, y viceversa, se ha convertido en mi particular laboratorio de ideas. Fuera de cualquier distracción, bajo un silencio sepulcral y con el único atractivo de ver cómo el gris de la polución va transformándose en el verde de los campos de olivos, se adueña del viajero su alter ego narrador.
En mi último trayecto, creí haber desenmascarado el algoritmo que asigna los asientos, pudiendo viajar en solitario y montarme un despacho que hubiera enviado Camilleri. Cuando el conductor arrancó, dispuse sobre el asiento contiguo libreta, bolígrafos y ordenador. Entonces, apareció una señora a mi espalda. “Discúlpame, pero éste es mi asiento”, me dijo señalando el puesto de mi lado. Más allá de unos gruñidos y un bufido que solté, aparté mis cosas y cedí el puesto con total elegancia. Ella tomó mi chaqueta y en un rápido movimiento la dobló como si fuera dependienta de Zara, dejándola completamente planchada, y la guardó en la parte de arriba.
A continuación, abrí el ordenador y me centré en canalizar la inspiración que me ofrecía el traqueteo del autobús. En la mayoría de casos en este punto hubiera acabado la historia. No obstante, la desconocida se empeñó en alargarla. “Ahora cinco horas de camino. ¿Te apetece un caramelo de fresa para endulzar la espera?”, me preguntó en un tono vivaz. Asombrado por aquella inesperada muestra de simpatía, la miré y contesté una especie de sonido indescifrable. Probablemente, la pandemia haya cambiado para siempre nuestra forma de relacionarnos con las personas que no pertenecen a nuestro entorno. Nos metemos en la cama con alguien conocido en una APP y suplicamos la aprobación de semihumanos en RRSS, pero nos molesta que alguien real nos dirija una palabra amable.
Pasado Despeñaperros, el desfiladero que limita Andalucía y Castilla, me centré en las diferentes tareas del escritor aficionado: perfilar por enésima vez un relato que cuenta con el rechazo de más de cien jurados; engrosar la lista de certámenes a los que me presentaré sin haber leído las bases; darle un baño al ego en redes sociales; comprobar en las estadísticas de tu blog que has recibido una visita de Martinica y decirte “Ahá, por fin me estoy abriendo al mercado internacional”; o leer un artículo de don Mariano José de Larra, acariciándome la perilla y asintiendo a cada frase mientras una vocecilla interna no para de repetirme “Ay qué ver, qué pechá de cultura tengo”.
Al entrar en la Comunidad de Madrid ya se había hecho de noche. En ese ambiente de intimidad, abrí un archivo titulado ManuscritoFinal_Version136. Al terminar de leer el primer párrafo, miré al infinito por la ventana con una sonrisa. “Lavin, compae. Qué bien que escribo”, me susurré mientras imaginaba frente a mí una cola que rodeaba el Retiro en la próxima feria del libro. Al volver la mirada al ordenador descubrí que mi amable compañera de viaje observaba el archivo con disimulo. Enseguida cambié de pestaña y puse un vídeo de un hombre que nadaba en un estanque de cocodrilos disfrazado de pavo, confiando en que la desconocida no hubiera visto nada.
Cuando el autobús hizo su entrada en la estación, la señora carraspeó y se dirigió hacia mí. “Perdona. He estado leyéndote. Eres escritor, ¿verdad?” ¿Cómo responder a una pregunta que jamás te has planteado? Mientras balbuceaba una sucesión infinita de vocales, mi mente se afanaba en elaborar un discurso coherente. Hasta con extraños sale a relucir el miedo al ridículo y al qué dirán. De lo que sí estoy convencido es que el concepto de escritor es demasiado apretado como para hacerse un disfraz con él. “No, en realidad esto es para hacerme el interesante…”, conseguí articular. Entonces, amablemente y a modo de despedida, sentenció. “Chico, déjalo. Los árboles no crecen en el pedregal”.
Después de buscar en el diccionario la palabra pedregal, aquella frase resonó en mi cabeza durante horas. Es cierto que la naturaleza no suele abrirse paso en la pedriza, pero en ocasiones las semillas encuentran agua y un rayo de sol. O no, qué más da. Así que, aquí estoy de nuevo, atrincherado en un par de asientos de autobús, engalanado con un disfraz de bufón sin saber muy bien qué.

Fantástico. Me ha gustado mucho, éso de reírse de uno funciona siempre. Enhorabuena 👏👏👏
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Creo que ya no sé contarlo de otro modo. Me alegra infinitamente que lo hayas disfrutado. Está escrito, más allá de la ironía y la acidez, con mucho cariño. Un abrazo, compañero. Adelante!
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Gracias por el apoyo, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Primero, gracias por visitar mi rincón de WP. Me ha enganchado hasta el final. Es muy fresco, sincero y está bien escrito. He disfrutado. Lo que dice la señora es desde luego sentenciador. Vaya tela… Saludos y bienvenido a la city, aunque sólo fuera en la ficción 🙂
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No hay de qué, es un placer. Me alegra mucho que me hayas acompañado en este trayecto y no te hayas mareado. Cada vez hay menos curvas, pero por suerte la mente no está hecha sólo de líneas rectas. Gracias por la calidez. Bienvenida, compañera. Un abrazo, adelante!
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Gracias por compartir, muchachos. Un fuerte abrazo, adelante!
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Me has recordado aquellos viajes de mi infancia que duraban una eternidad…
Tienes mucha facilidad para escribir, haces entretenida la lectura con una sutil ironía. Me gusta.
Y si no vales para escritor, según tu compañera de viaje, pásate a la poesía, en ella podrás hablar de esos árboles en el pedregal sin que nadie se rompa las vestiduras…
Abrazos.
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Me alegra que así de bonito lo leas. Tengo mis contradicciones con la poesía, debe ser que me alimentaron con zanahorias entre burros cuando era crío y no alcanzo a entenderla. Echaremos un poco de ácido a esos pedregales. Muchas gracias por el apoyo, compañera. Un fuerte abrazo, adelante!
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Ayyyy, Granada, donde al momento de irme, estoy deseando volver. Tu compañera de viaje…. me da que no te leyó bien por eso del disimulo. Por cierto y la distancia de seguridad? Un placer leerte, escritor.
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La distancia de seguridad no existe, sea aviones, autobuses o trenes. Hay que elegir entre la salud de las personas y el de las empresas, y claro, la duda ofende. Espero que pronto puedas disfrutar de las maravillas de mi tierra. Un fuerte abrazo, compañera. Gracias por el apoyo. Adelante!
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Y tanto que ofende…. Deseando poder ir a disfrutar. Muchas gracias. Un abrazo y adelante, escritor!!!!
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Me imagino que el trayecto Granada Madrid será más inspirador que el inverso, después de imbuirse en la belleza del origen. En cualquier caso ya sabes, que la inspiración te pille trabajando. Un abrazo, y en mi tierra (Asturias) decimos “pa ˋ lante “.
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El viaje de ida es el de la ilusión, el de la vuelta es siempre más triste, aunque ambos son buenas materias primas para escribir. Pa’lante siempre, compañero! Un abrazo.
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Casi totalmente de acuerdo….me gusta. Salud y saludos
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Mejor estar casi de acuerdo. La unanimidad es muy aburrida. Gracias por leer y comentar, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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¡Ay, me ha gustado! Y lo de “lavin, compae” me ha llegado al alma ❤️ Enhorabuena
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Encantado, compañera. Gracias por el apoyo, qué pollas! 😉 Un fuerte abrazo, adelante!
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Yo la hubiera contestado a tu compañera de viaje… Con tanta cordura como tú o más… “para hacerme el interesante” dijiste tú. Yo la hubiese dicho que eran deberes de mates… ¿Allí se dice malfollaaa? O era eso, o arqueóloga y había descubierto un yacimiento extraordinario. Estoy de acuerdo con Miravete, en el primer comentario. Si no nos reímos de nosotros mismos, estamos apañados. Es jodido esto de escribir. Yo no me convenzo ni a mí mismo… Pero es lo que hay… Yo te voy a leer, porque te entiendo y disfruto con ello. Espero que te valga como aliciente, no soy demasiado bello pero no me cuesta nada apreciar a la buena gente. Honesto, sencillo y alegre, son cuatro los que hay… Malfollaosss hay a millones.
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A mí me gusta aquel comentario de la señora. Aparte de brindarme un rato de escritura y compartir con otros compañeros, valoro mucho la gente que no tiene pelos en la lengua. Vivimos en un mundo donde tenemos tanto miedo al qué pensarán o qué dirán que muchas veces diluimos la sinceridad y por tanto la autenticidad, generando un artificio del que es difícil escapar. Pero para la próxima diré eso: son matemáticas 😉
Mucho ánimo y convencimiento, compañero. Gracias por el apoyo. Un fuerte abrazo, adelante!
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Gracias por seguirme Rafalé. Me ha gustado tu relato y creo que much@s podemos sentirnos identificad@s. Me gusta porque a través de una anecdota nos muestras las inseguridades que nos acechan con sentido del humor y claridad. Creo que para algun@s de nosotr@s escribir es una necesidad y el éxito tiene que ver con muchos factores. Lo importante es seguir adelante. Stephen King cada vez que le rechazaban pinchaba la carta en un corcho y llego a tener cientos antes de poder publicar su primer libro. Ese es el espíritu.
Un abrazo
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Tenga uno por vocación la escritura o el estudio del canto de los pájaros, lo más importante es ese rasgo que resaltas: la perseverancia. Y si le sumas la constancia, se puede llegar a, cuanto menos, disfrutar muchísimo.
Me alegra que te haya gustado. Un placer el seguimiento, compañera. Bienvenida a este lugar. Un fuerte abrazo, adelante!
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