No vale la pena perder el tiempo en disimular contradicciones. Algunos, con la candidez dialéctica de un niño de cinco años, prefieren disimularlas o negarlas. A mí, en cambio, me gusta compartirlas. Es lo bueno de no tener que preservar ningún tipo de reputación. Aunque invierta parte de mis esfuerzos en desenmascarar las tropelías de la vida moderna, he de reconocer que a veces me gusta enredarme en sus redes de banalidad y superficialidad hasta el punto de asfixiarme por gusto.
No puedo evitar sentirme mal cuando me tumbo en el sofá y comienzo a ver una serie sobre un gato policía que resuelve asesinatos menando el rabo, mientras maldigo no haber leído ‘Guerra y paz’ o que jamás haya ido a la ópera. Al cuarto capítulo seguido de las aventuras del gato policía me sacudo los remordimientos y me resigno a una muerte sobre un manto de ganchitos y cartones de pizza, con la única compañía de un mando a distancia sin pilas, mientras las malvadas plataformas de streaming continúan emitiendo capítulos hasta que la compañía eléctrica se dé cuenta que su cliente falleció viendo series.
Uno de mis momentos estelares como televidente fue hace más de un año, cuando descubrí la serie sobre la vida de Luis Miguel. Aún recuerdo mis burlas cuando me contaron que se trataba de una historia impactante con interpretaciones magistrales. Una noche de tedio, consumidas las veintidós temporadas de las aventuras del gato policía, Netflix me invitó a paladear la biografía del cantante mexicano. Mi intención inicial de darle una oportunidad de cinco minutos terminó en una llamada al trabajo a la mañana siguiente para no dejar a medias la intriga. Un talento innato, un padre sin escrúpulos, mujeres, fiestas y excesos me tuvieron con el corazón en un puño, hasta que el final del último capítulo me abandonó a uno de los vacíos más horribles que he experimentado nunca. Durante los meses siguientes estuve buscando si se rodaría una segunda temporada, sin obtener respuesta. Aunque la serie me golpeó profundamente, he de reconocer que no sería capaz de recordar sus argumentos ni sus personajes.
Olvidada la huella de Luis Miguel por efecto de otras series sobre pescateros caníbales y coleccionistas de valiosísimas pelusas, en las últimas semanas comencé a notar algo raro. Yo que siempre había sido rockero y admirador del flamenco, me descubría frente al espejo berreando ‘La incondicional’, ‘Yo que no vivo sin ti’ y, mi favorita, ‘Culpable o no’. Los medios de comunicación volvían a hablar de futuras giras y discos de Luis Miguel y relataban antiguos escarceos amorosos. Por su parte, YouTube me bombardeaba con antiguos fragmentos de la serie y algunas actuaciones de los años noventa. Cerca de casa voló un zepelín con la imagen del actor Diego Boneta encarnando al cantante mexicano, pero no acababa de entender de qué se trataba todo aquello. Finalmente, entre mis sueños se coló un anuncio promocional: el pasado domingo se estrenaba la ansiada segunda temporada de la serie de Luis Miguel.
La hora del estreno se había fijado para las dos de la madrugada, coincidiendo con el horario estelar en Latinoamérica. En un arrojo de determinación, decidí que la serie no alteraría mis planes de persona responsable y que pospondría mi visionado para un momento más adecuado. Mientras tanto, Luis Miguel ya era Trending Topic en Twitter y en mi cerebro no paraba de sonar ‘Será que no me amas’. Finalmente, bajé al bazar oriental de la esquina de casa y me aprovisioné de caramelos, chicles, chocolatinas, gusanitos, palomitas, golosinas, coca colas, cerveza, tequila, limón y sal para seguir el evento tal y como éste se merecía.
Esta mañana he despertado rodeado de envoltorios de plástico, restos de alimentos y una resaca terrible. No recuerdo si me quedé dormido antes de empezar, a mitad o si realmente vi la nueva temporada de la serie del gato policía. Sea como fuere, he sobrevivido a la maquinaria implacable de las series y la novedad. El hilo musical de Luis Miguel ha desaparecido de mi cerebro y las noticias sobre el cantante han desaparecido de mis buscadores. Es más, creo que podré resistir otros diez minutos más.

Todos estamos llenos de contradicciones. Yo me castigo si me entretengo en banalidades o cosas que imagino van en contra de lo que creo que creo, pero no importa. En algún sitio leí que la imperfección tiene su belleza y con eso me consuelo.
Un saludo.
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Creo que la contradicción es necesaria y la no estigmatización con la misma también. Por lo menos eso me dice el tipo que me despacha las gominolas. Viva la contradicción. Un abrazo, compañera. Adelante!
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Me encantó tu relato porque es muy parecido a lo que yo viví también!
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Me alegra, compañera. Mil gracias por compartirlo. Un abrazo, adelante!
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Yo reivindico mi derecho a ser contradictorio,…y muchas cosas más…
https://libreoyente.wordpress.com/2021/03/
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La contradicción necesita de una buena masa que tenga empuje para reivindicarla y sacarla del ostracismo y escarnio que sufre. Propongo armar una manifestación, articular un movimiento político y presentarla a presidenta a la Comunidad. Al menos, la contradicción encierra cierta coherencia lógica.
Una delicia de texto, compañero. Gracias por el apoyo. Un fuerte abrazo, adelante!
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Cuenta con mi asistencia a la manifestación y mi voto para contradicción
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Jajaja, muy buen relato. Ni modo a veces uno cae en contradicciones, así es la vida. Saludos.
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Así es y más vale aceptarlo o ahorrar un buen dinero para terapias y lobotomías. Gracias por tu apoyo. Un abrazo, compañera. Adelante!
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Un espectáculo de principio a final. Si nos pudiéramos observar detenidamente nos sorprendería la cantidad de «sí y no, ahora» que cometemos a lo largo del día.
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Por fortuna, se inventó hace algún tiempo el cinismo y las palomitas. Ambos forman un cóctel necesario para no atormentase mucho con esos pequeños desbarajustes.
Un abrazo, compañero. Adelante!
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Me ha gustado mucho el relato. A mi también me ha pasado de creer que algo es meeh y no me va a gustar y luego no sacármelo de la cabeza
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Es la magia del gusto promovido por la aleatoriedad. Gracias por leer. Un abrazo, adelante!
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¡Muy bueno tu relato! Abrazote.
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Se agradece, compañera. Me alegra que te haya gustado. Un fuerte abrazo, adelante!
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Qué adictivas son algunas series, sobre todo cuando puedes ver un capítulo detrás de otro a golpe de click. Tolstói tiene una dura competencia. Abrazos, Rafalé.
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Precisamente ese es el motivo real por el cual no estoy viendo ‘Luis Miguel la serie’. La están emitiendo capítulo a capítulo para estirar su popularidad y yo la quiero consumir frenéticamente, como el sistema me inyectó en vena. Tendré que esperar alguna semana. No obstante, con ese pretexto me quedaba un relato pobre.
Si Tolstói hubiera tenido a su disposición el equipo que sale en los créditos de cualquier serie miedo me da pensar hasta donde hubiera llegado. Ahora bien, León no tenía que pelearse con nadie, no tenía horario fijo y podía escribir más o menos sin que millones de rublos estuvieran en juego. Tiene sus ventajas el oficio de escritor 😉
Abrazos, compañera. Adelante!
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Genial el relato. ¿Quién no ha caído alguna vez en una contradicción? Yo, a menudo, lo hago. Gracias por compartir. Un abrazo!!
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Todos los días y espero seguir cayendo muchos años más. La contradicción es vida! Mil gracias por tu apoyo. Un abrazo, compañera. Adelante!
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Me ha gustado y me he reído, o sea que lo valoro aún más. Tienes un nuevo fan 🙂
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Se agradece, aunque a mí me gusta pensar que todos somos compañeros en este mundo de la escritura y la lectura. Bienvenido a este lugar. Un fuerte abrazo, adelante!
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