Hace poco soñé que me quedaba encerrado en un ascensor junto a un desconocido. El hecho resultó especialmente desconcertante por dos motivos: no suelo tomar ascensores por prejuicios morales y la gente evita coincidir conmigo a solas. Mi relación con los montacargas se debió torcer durante mi infancia, precisamente cuando recurrentemente soñaba que montaba en un ascensor que no paraba de bajar. A mitad de noche me despertaba sin saber si continuaba en mi cama o si estaba en una planta subterránea a centenares de metros de profundidad.
Volviendo al sueño, el desconocido y yo apretamos el botón de emergencia en reiteradas ocasiones, pero nadie pareció inmutarse. No tenía idea de dónde podíamos estar ni qué momento del día era. Apenas se escuchaban ruidos en el edificio. Tras asumir que pasaríamos un largo rato juntos y comprobar que no llegaba cobertura al móvil, mi yo onírico, fiel a mí, decidió romper el incómodo silencio. Empecé por el infalible “parece que los días se van alargando”, pero el extraño apenas se inmutó. Se limitaba a sonreír, revisar la hora nervioso y mirar al techo ajeno a mi presencia. Proseguí con el tema de la vacuna: “A mis padres les han puesto AstraZeneca, lo mismo heredo pronto”. No abrió la boca, tampoco a mis sesudos análisis sobre política comunitaria, voleibol femenino, la migración del abejaruco, la desintegración de Yugoslavia o el descubrimiento de pozos de agua en la Luna.
Nunca sospeché que llegaría a tal límite, pero el silencio estaba a punto de desesperarme. Somos una sociedad tan estimulada que no concebimos el aburrimiento ni para dormir. Así pues, opté por el recurso de la vanidad. “En mis ratos libres me dedico a la escritura. Una vez gané un certamen literario sobre el ternero de Calamocha. Me dieron dos cientos kilos de entrecot”, confesé. El extraño me miró de reojo, pero entonces, como por arte de magia, el ascensor reanudó su marcha. Sin nada mejor que hacer, seguí los pasos del misterioso ser. Éste se apeó en el tercer piso a toda prisa.
La planta estaba compuesta por un sinfín de hileras con mesas enormes donde un ejército de personas vestidas de forma uniforme aporreaba las teclas de los ordenadores. El mobiliario estaba decorado con logotipos de Facebook. Al advertir la presencia de mi compañero del ascensor, un séquito de trabajadores se abalanzó sobre él. “Señor Algoritmo, sin su presencia el posicionamiento en redes está siendo un caos”, le dijo uno de ellos. “¿A quién mostramos, Don Algoritmo, al poeta o a la maciza que está insinuando una teta?”, inquirió otro. “Disculpe, Algoritmo, cuando los usuarios escriben mucho texto, ¿tenemos que invisibilizarlos, verdad?” “El coach Mr. Potato ha pagado una fortuna en publicidad, pero pocos usuarios se apuntan a su curso sobre cómo parecer un triunfador pernoctando en un banco del parque. ¿Cómo procedemos, señor Algoritmo?”
El Algoritmo daba instrucciones como un autómata. Cansado de ser ignorado, me desnudé en medio del pasillo. Como una exhalación, el Algoritmo se zafó de sus subalternos y se acercó hasta a mí. “Creo que has empezado a entender el funcionamiento de las redes sociales”, me susurró al oído. “Ahora haz twerking disfrazado de morsa para nosotros. Después le preguntarás a tus amigos si prefieren la tortilla con o sin huevo o les invitarás a que cuenten cuál es la última serie que han visto. Hazte fotos sin parar, cuando vayas a la peluquería y a tomar cervezas, en el wáter y durmiendo, llevando el coche al taller y visitando a tu tía abuela Hortensia. Si me haces caso, te puedo dar toda la visibilidad que quieras”, sentenció el Algoritmo.
Desperté del sueño exhausto. En un par de clicks comprobé que continuaba felizmente ignorado por el algoritmo de las redes sociales. El sueño me había reafirmado en mi convicción: nunca más volvería a tomar un ascensor.

Que angustia! Pero bueno, concejo que te llevas (otra cosa es que no quieras vestirte de morsa jajaja) 🐾
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*consejo
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Justamente, después de escribir el relato me empezaron a llegar un montón de anuncios de disfraces de morsa y me compré uno súperchulo. Maldito algoritmo, cómo sabe! Gracias por la lectura, compañera. Un fuerte abrazo, adelante!
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He descubierto recientemente tu blog y tiene a menudo un valor muy poco frecuente que es hacernos reír cuando nos propones algo de humor. En mi caso no es tan fácil, soy bastante seta 🙂
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No te creas, la gente piensa que soy un cachondo, pero en realidad también soy muy serio 🙂 Me alegra que te haya hecho reír. Eres bienvenida a este lugar del absurdo. Un fuerte abrazo, compañera. Adelante!
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El hacerme reír tiene un gran valor, para mí, porque soy viejo y ya bien rodado… Uno encuentra ya pocas lecturas con las que puede alegrar un rato en este ambiente envenenado por la pestevirus y por la política madrileña que nos llega a todos en España. Un abrazo
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Me alegra, compañera. Aquí intentaremos resistir de la vorágine de destrucción con una sonrisa. Mil gracias por tus palabras, compañero. Adelante!
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Es que de tener que subir al ascensor es importante escoger la compañía,
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Ahora con la pandemia no es muy recomendable que coincidan más de dos personas, pero se ve que los sueños todavía no parecen haberse enterado de la realidad. ¿No está nada mal que se mantengan al margen?
Fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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Muy bueno Rafalé 😂🤣
Mierda de algoritmos. ¡Qué cosas…!
👏👏👏
«…De verdad, que hay gente, que o pierde el culo o se hace rica con el algoritmo… ¡Qué cosas…!»
EL ALGORITMO 😳
https://historiasenunfolio.wordpress.com/2020/01/02/algoritmos/
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Es un tema recurrente pensar en que oscuros movimientos gobiernan lo que vemos y lo que dejamos de ver. Gracias por tu contribución, la leo en cuanto pueda. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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Por algún motivo extraño, me ha parecido una historia muy bonita… un héroe moderno enfrentándose solo a la locura colectiva con todas sus energías y buen humor… muy bueno, Rafalé. Debería leerte más, siempre lo disfruto…
Abrazo, compañero.
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Cuando quieras, compañero. Esta es tu casa, aunque siempre recomiendo leer con una palangana al lado por lo que pueda pasar. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo, compañero. Adelante!
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Gracias! Lo de la palangana es por si de repente un pato quiere bañarse un rato ¿no? 😀
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La palangana tiene múltiples usos, ese puede ser uno. A mí me sirve para comer, cenar y depositar. Maravilla!
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Qué relato tan loco y al mismo tiempo tan lúcido has escrito!! Me encanta. Yo me quedé encerrada en un ascensor una vez, afortunadamente sola. Me ha encantado lo de ese certamen literario cuyo premio son 200 kilos de entrecot 😂. Estoy tratando de comer menos carne así que no creo que me presente 😂. Y lo del señor Algoritmo es tan brillante… Yo, que estoy ahora en plena crisis con las redes sociales, espero no encontrarme nunca con él porque lo dejaría encerrado dentro del ascensor. Un abrazo!!
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Con doscientos kilos en la nevera, me resulta difícil dejar la carne. A ver si acaba la pandemia y organizo una barbacoa con escritores que, con el hambre que se pasa en el oficio, seguro que se acaba pronto. También invitaré a Don Algoritmo a ver si meto su cabeza en las brasas 😂
Las redes sociales avanzan y penetran en nuestra vida ahondando en nuestras contradicciones. Las redes las veo rodear nuestros cuerpos y mentes, lo de social me cuesta más verlo. Entretanto, seguiremos ajusticiando a la estupidez.
Un placer, compañera. Adelante!
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Eres un puto crack… Tenías que haber puesto las fotos pixeladas de tu desnudo, te hubieses posicionado bien en la SEO. Crack! Te echaba de menos.
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Te aseguro que no querrías verlo. Es lo más parecido a una araña que he visto. Gracias por la lectura y las amables palabras, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Gracias por la difusión, compañero. Un fuerte abrazo. Adelante!
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No hay de qué. Un abrazo
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Chapeau, me gustó. Después de ese sieño uno debe quedar exhausto.
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Tuve que dormir dos días seguidos después de esto. Por suerte, no tenía nada mejor que hacer. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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Excelente el giro del final, que el personaje sea el Sr. Algoritmo. Da para reírse y para pensar. Saludos!
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Convertir al Sr. Algorritmo en protagonista de tu relato, no es un poco peloteo? Estas intentando que se fije en ti? No es una mala táctica.
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Te confesaré que mi estrategia es la de embaucarle con tiernas palabras, llevarlo a cenar a un restaurante fino y luego a un parador un fin de semana. Entonces, cuando esté relajado, vendré por detrás y ¡zás!, nos quedaremos sin algortimo. El problema es que éste tiene contactos en todos lados y puede ser que acabe él antes conmigo.
Gracias por leer, compañero. Un abrazo!
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