Mis manos acarician el metal envuelto de una frialdad reminiscente. La hoja superior del objeto describe circunferencias concéntricas empujado por la acción de mis dedos, mientras que la inferior se decanta por una pasividad desafiante. El punto de unión es una afilado saliente que dibuja una sonrisa maliciosa. Al voltear la parte superior y apretarla, los labios se cierran con un mordisco que amenaza la integridad de mi piel. Los dientes del objeto mantienen una perenne voracidad.
A pesar de su mal carácter, el cortaúñas puede llegar a ser un objeto sumamente delicado. Nunca viajo sin su grata compañía. Es lo primero que guardo al hacer la maleta. Cada cinco días y tres horas, como si fuera un ritual, lo empuño y recorto con sumo cuidado los excedentes que sobresalen de la punta de mis dedos. Su acción produce un cosquilleo en tono de amenaza para el pedazo de uña que ha quedado con vida, consciente de que su destino finalizará abruptamente cuando vuelva a desenvainar el arma. Reconozco que, a veces, acaricio el cortaúñas para infundir respeto entre mis dedos. Supongo que son cosas del complejo de inferioridad.
Me pregunto si mis uñas habrán desarrollado una cultura legada de generación en generación de uñas, si las historias de masacres son contadas desde el borde hasta la parte pegada a la carne, si el rencor contra sus amos se ha extendido como un dogma y si acaso las mías no están organizando una rebelión contra mí. Cabría no descartar la posibilidad de que si las uñas derrotasen a un ser humano puedan aliarse con sus semejantes y estar ante el principio de un mundo gobernado por estas estructuras compuestas de células muertas.
Quizá mi cortaúñas esté demasiado gastado y ya no infunda el temor de antaño. En un rato iré al supermercado y preguntaré por el cortaúñas más despiadado que haya en la tienda. De la paz de las uñas depende nuestra supervivencia como especie.

Absurdo y genial.
Enhorabuena ✍️
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Buscamos desfilar por esa linde sin caernos, pues el abismo se antoja infinito. Me alegra que te haya gustado. Gracias por el apoyo. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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«Cada cinco días y tres horas….» Metódico. Como se te rebelen…… jajajajajaa. Estupendo. Un abrazo!!
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Tengo una alarma puesta en el teléfono móvil, pero un sentido incorporado en mi piel me avisa cinco minutos antes. Me alegra que te gustara. Un fuerte abrazo, compañera. Adelante!
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Siempre me pregunté como se podría sobrevivir antes de este decisivo invento-
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Es una reflexión interesante, aunque también imagino que antes las uñas tenían más aplicaciones. A veces el dar por sentada las existencia de estas comodidades no nos permite ni preguntarnos lo más básico. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Muy amable, compañero. Gracias por tu difusión. Fuerte abrazo, adelante!
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Genial!! Qué original relato, me gustó mucho.
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Muy agradecido, compañera. Un abrazo fuerte, adelante!
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