Este año he decidido que mis lecturas propongan a las sucesivas. Un juego que sólo puede perdurar en el tiempo si las tramas contienen influencias explícitas y que corre el riesgo de empantanarse en un bucle de clásicos. Lo cierto es que me da rabia leer una novela y no tener la menor idea de la obra o del autor aclamado por los personajes con los que tanto tiempo compartes. Animado por las últimas páginas de Poeta chileno, mi anterior lectura, aposté por Catedral de Raymond Carver. Un autor de cuya existencia apenas conocía hace dos semanas. No obstante, para mi sorpresa, mientras leía la obra de Zambra, también me lo nombró mi padre, pues un compañero suyo le comentó muy amablemente que algo de Carver intuía en mis relatos. Era como si el escritor norteamericano, como si no tuviera cosas que hacer en el cielo o en el infierno, estuviera mandándome alguna señal. Siempre conviene ser cortés con las propuestas.
Catedral es probablemente la muestra de relatos más conocida de la carrera de Carver. En concreto, se compone de una docena de narraciones cortas, colmadas de un estilo directo que sirve para elaborar un retrato crudo de la clase media y baja. Los cuentos dan vueltas sobre las miserias cotidianas como la obsesión por el dinero y lo material, la incierta batalla contra la madurez, la falta de realidad, la desilusión de las expectativas, la hipocresía que generan los convencionalismos sociales o el papel de los vicios como única vía de escape. Teniendo en cuenta que el objeto de las historias es el retrato social, se comprende que los finales adolezcan de grandes giros, sino que ahonden en la tragedia personal y, en mi caso, me hayan dejado cierto vacío narrativo. Cabe destacar el enorme simbolismo con el que Carver dota a los objetos y a las escenas.
Quizá los dos relatos que más me han golpeado —es decir, que mejor he entendido— sean Parece una tontería y Vitaminas. En el primero, Scotty, un niño pequeño, es atropellado por un coche que se da a la fuga en el día de su cumpleaños. Aparentemente, la situación no reviste gravedad, pero paulatinamente la salud del niño se resiente bajo la incredulidad de los médicos y mientras el misterioso pastelero que ha elaborado la tarta de cumpleaños llama a sus padres de forma misteriosa. Vitaminas nos muestra el progresivo derrumbe de una pareja que sobrevive económicamente a duras penas. Mientras Patti, la esposa, se dedica a reclutar a una legión de vendedoras de vitaminas a domicilio, el marido encuentra refugio en el alcohol, las mujeres y la noche. El armario del baño viniéndose abajo, como metáfora de sus existencias, es un epílogo brillante.
A pesar de sus insistentes llamadas, Raymond Carvier se ha empeñado en estropearme mi juego de lectura. Apenas hay tiempo para la literatura entre los personajes que habitan Catedral, más allá de tenues referencias a Jack London y Collette, quienes serán pasto de mis futuras lecturas. No obstante, he decidido decantarme por estrenarme con Bolaño, uno de los autores que más ha reivindicado el hacer de Carver como escritor de relatos, situándolo a la altura de Chéjov. ¡Qué no pare el juego, qué siga la lectura!

Como siempre, sugerente. Ojalá tuviera la voracidad lectora que tú.
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Encantado de que así sea, compañero. Muy agradecido por el apoyo, compañero. Un fuerte abrazo. Adelante!
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Curiosamente, en los últimos tiempos me he dedicado a leer libros de relatos. El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano o La tierra de nadie y otros relatos, de Ignacio Aldecoa, son algunos de ellos. De leer Guerra y Paz me he pasado a este formato algo más liviano pero también complejo, quizás para compensar. Saludos
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Me los apunto, compañero. Espero que esté también siga la senda de la liviandad y el buen gusto. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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Leí este libro de Carver hace poco, el año pasado. Me gustó aunque mis expectativas eran tan altas que quizá esperaba más. Coincido contigo: el relato que más me marcó fue el del niño atropellado, quizá porque tiene un final más cerrado, a diferencia de los demás.
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Al comienzo, los finales me dejaron cierto desasosiego. Los releía, me preguntaba si había entendido algo. Luego me di cuenta que era el sello de Carver. Quizá se había cansado de escarbar o no había más que decir. De hecho, Vitaminas también tiene cierto final y por eso creo que me gustó más que otras. Al final, las expectativas son unas asquerosas traidoras. Un fuerte abrazo, compañera. Adelante!
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Carver es de lo mejor que vas a leer en tu vida. «Parece una tontería» tiene otra versión con la que te vas a tropezar en otro libro. No sé cuál es mejor. Suerte.👍
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Lo buscaré para intuir la diferencia. Mil gracias por la recomendación, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Rafalé, ¡cuantas entradas me he perdido! El cansancio y la obligación me han alejado de tu gran blog que siempre deja huella. Cómo olvidar tu boina o aquel pueblo tecnificado en el que buscabas descanso… Espero estar más cerca y leerte. Aprovecho para invitarte a conversar en vivo, sería grandioso conocer al que empuña la pluma
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Encantado de saludarte de nuevo, compañero. Por fortuna estamos siempre abiertos y encantados de recibir a viejos y nuevos compañeros. Espero que sean las lecturas de tu interés. Un fuerte abrazo, adelante!
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El relato de Catedral que da nombre al libro es modélico. Siempre inspirador y lleno de lecturas. Uno de mis favoritos.
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A mí también me resultó muy interesante la aparición del ciego, pero el final me dejó ese desasosiego que comentaba en la reseña. Eso sí, es una referencia del mundo del relato. Un fuerte abrazo, compañera. Adelante!
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Sí! En el relato, un personaje narrador encerrado en su mediocridad, pasivo y drogado, al que se le abre el mundo al final gracias a ese hombre ciego que llega como una incómoda visita y lo transforma. Y así, al cerrar los ojos por fin ve!
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Gracias por compartir, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Carver es un escritor de pocas palabras. Hay que leerlo pero creo que pocos vuelven a él.
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Creo que lo dejaré criogenizar una época, al no ser que se le ocurra llamarme por teléfono. Un abrazo, compañero. Adelante!
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Los fantasmas son de Orange… ten cuidado. Abrazo enorme.
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«Los sueños son eso de lo que uno se despierta». (Raymond Carver)
Saludos, Rafalé.
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Qué certero era Carter. Como era capaz de arrollar metafóricamente con tan pocas palabras. Un abrazo, compañero. Adelante!
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Comparto la voracidad por la lectura y variadas opiniones; amén de reconocer el dominio exquisito de tu expresión litararia. Continuré atento a tus publicaciones. Saludos desde aguas del Mar caribe.
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Encantado, compañero. Celebro tu llegada a este canal, en el que recibimos al visitante con torreznos y pacharán. Sea bienvenido y si es con aires caribeño, más. Un fuerte abrazo, adelante!
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