Con el propósito de leer a otros colegas de editorial, supe de la existencia de Muerte en el consistorio, publicado el pasado otoño por Nazarí. Las primeras referencias eran inmejorables, pues su autor Francisco J. Cabrera García es oriundo de Huéscar, pueblo cercano al mío. Al poco tiempo descubrí que también nos unía su hija Elisa, colega de paseos granadinos. Las expectativas han sido refrenadas en la lectura, gracias a una trama que mantiene un interés constante, un estilo depurado y, sobre todo, una ambientación extensa y fascinante.
Muerte en el consistorio nos transporta a la ficticia Comarca del Aguasclaras. El alcalde de Anchurón ha aparecido muerto en su despacho en circunstancias extrañas. Mientras se desarrolla una errática investigación, la vida del resto de alcaldes de la zona comienza a sentirse amenazada. Dicha preocupación sirve de pretexto a Teodoro y Angelino, alcalde y teniente alcalde de la localidad de Villagorda, para jugar a los detectives y seguir las pistas del posible asesino. Con más esperpento que acierto, la pareja va adentrándose en una trama de corrupción, drogas, prostitución y mafias que se ha asentado en la comarca con la complicidad de los actores políticos.
Más allá del argumento principal, probablemente el punto fuerte de Muerte en el consistorio sea la originalidad del enclave y la solidez de las múltiples escaramuzas secundarias. A pesar del dilatado elenco de personajes, no hay personaje sin una gran historia detrás, no hay detalle que no tenga sentido. No hay puntada sin hilo. Me han divertido especialmente los nombres y caracterizaciones de los personajes, la recreación de las distintas localizaciones y la existencia de los partidos políticos, como el PCE (Partido Conservador Español) y su escisión PARRALA (Partido Radical Liberal de Anchurón), que acentúan el carácter paródico de la obra. También hay que destacar lo logrados que están los entresijos administrativos, policiales y judiciales. Un mundo que se ha ido cimentando en el blog de Cabrera, donde desde hace más de una década escribe las Crónicas Villagordianas.
A pesar de que la novela se mueve entre el thriller y el esperpento, Cabrera no renuncia a un estilo depurado y la inclusión de alardes líricos. Sus personajes dan buena cuenta del conocimiento en materia de literatura de su creador. Otro de los detalles que me han llamado poderosamente la atención —de hecho, creo que es la primera vez que doy cuenta de ellos— es el epílogo a modo de Dramatis personae. En él, y de forma extendida, Muerte en el consistorio recopila las biografías de los distintos personajes y su recorrido tras el final de la novela, atando los cabos sueltos que queden en el recuerdo del lector. Cabe elogiar la generosidad de su autor, aunque me pregunto si tal derroche no desluce el ejercicio de luces y sombras, de ofrecer, esconder y sugerir, de palabras y silencios que es la narrativa.
Sería de esperar que con la extensa ambientación y la química mortadeloyfilemonesca de Teodoro y Angelino, Cabrera no aprovechara para escribir una segunda y una tercera parte, donde seguir despellejando la realidad con inteligencia y sátira, de las que seguro estaré encantado de celebrar.


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Se agradece la difusión, compañero. Adelante!
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Encantado. Saludos!
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👌👌
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