El día en que la pequeña E vino al mundo me obsesionaba encontrar las palabras que le dirigiría por primera vez. Nunca supe cuándo era el momento idóneo de decir tequiero, tampoco aprendí a articular consuelo o solemnidad más allá de la necesaria para pedir pizza a domicilio. El nacimiento de una criatura bien valía la pena superar complejos y traumas y hacer un esfuerzo verborreico. Desde el sensiblero «Siempre voy a estar a tu lado» hasta el entusiasmo desbocado del «Te voy a querer hasta desangrarme», pasando por alternativas más imaginativas como el «Me voy a esforzar por no decepcionarte» o «Lo vamos a pasar que te cagas», fueron algunas de las ideas que me rondaban por la cabeza.
Dicen que las horas pasan muy lentas en un hospital. A mí las trece horas de espera en el paritorio para descubrir el rostro de la pequeña E me parecieron un suspiro. Habría que preguntar a la parturienta si comparte las mismas impresiones. Correas que monitorizaban los latidos de la pequeña E y la intensidad de las contracciones de su madre, baños de agua caliente con vocación de analgesia, matronas que entraban disfrazadas de payaso cantando chirigotas de carnaval, centímetros de dilatación que nunca eran suficientes, caladas de óxido nitroso o conversaciones sobre la influencia de Faulkner sobre la literatura anglosajona. En los ratos muertos me puse a leer a Unamuno y sus secretos sobre cómo estructurar una novela, así como su teoría de que un libro no se lee sino que hay que comerlo para alimentar el alma.
Sin darnos cuenta se hizo de noche en el hospital. No había rastro de la pequeña E. Las matronas debatían cómo proceder. «Algo hay que hacer y rápido», repetían. A esas alturas yo ya me había convertido en un experto en la materia de traer niños y les recomendé que pusieran a la parturienta bajo la luz de la luna, medida que valoraron positivamente, pero que descartaron por tratar de instrumentalizar el parto. «Está demasiado bien ahí en la barriga de su madre», confesó la matrona más experimentada. Con eso de que los bebés disponen de comida y conexión a internet ilimitada, quién quiere este mundo de prisas. Pensé que quizá sería una reflexión interesante para compartir de primeras con la pequeña E.
Escogida la estratagema médica, las matronas empezaron a maniobrar con decisión y sin descanso. De repente en la sala ya no estábamos solos. Se encendieron todas las luces y un silencio cortante se adueñaba del ambiente. Ginecólogos, pediatras, enfermeros y celadores entraron a la espera de la pequeña E. Observando sus rostros severos y algunas frentes envueltas en una película de sudor comprendí que la venida al mundo de la pequeña E iba a ser complicada. Si hasta entonces el tiempo parecía dilatarse hasta rozar el infinito, en esa escena el tiempo se contrajo hasta el suspiro.
La pequeña E llegó pasada la madrugada. Las palabras que había estado todo el día rumiando se habían esfumado por la sala. Cuando los sanitarios pusieron a la pequeña E sobre el cuerpo extasiado de su madre, sentí un alivio que nublaron todas mis cavilaciones. Traté de balbucear un discurso improvisado de bienvenida. Antes de que pudiera entonarlo, ella lloró anunciando el milagro de la vida. No hacía falta palabras que la interrumpieran.
Bienvenida al mundo, pequeña E Guadalmedina.
Enhorabuena… 🤗
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Muchísimas gracias, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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¡Muchas felicidades, Rafalé! La pequeña E. llevará en el runrún de su cabecita algo de lo que nos escuchó hablar sobre Poe en ‘La Tremenda’. ¡Lo mejor para ella!
¡Y a por el árbol! 🙂
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Hay veces que la cojo en mis brazos, la mezo suavemente y ella se duerme tranquilamente. Entonces comienza a soñar y a murmurar frases inteligibles. Justamente ayer se me antojó escuchar «Poe no ha muerto, Poe no ha muerto» 😉 Mil gracias por tu mensaje y el cariño, compañero. Un fuerte abrazo. Adelante!
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Gran momento. Muchas felicidades.
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Tatuado está en nuestro recuerdo. Muchas gracias, compañero. Adelante!
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Muchas gracias por la difusión, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Tuve una experiencia muy similar hace dos años y medio y me ha gustado cómo la relatas 🙂 ¡Enhorabuena y mucho ánimo para afrontar la falta de sueño!
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Me alegra, compañero. Sin duda, un recuerdo tatuado en la mente. Encantado de compartir. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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👏🏾👏🏾👏🏾
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🥰🥰🥰
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