Vida Moderna

Huevos consagrados

El consagrado escritor necesita inspiración. El conflicto que vertebra la próxima obra de Arturín —una novela ambientada en la revolución haitiana— se encuentra encallado. No consigue inculcar la credibilidad y la emoción que requiere la historia de amor entre Toussaint Louverture, antiguo esclavo, general y futuro gobernador, y Madame Suzanne, mujer negra libre. Arturín golpea furioso las teclas del ordenador. Antes de asestar el punto y seguido borra toda la frase junto a un resoplido desesperado. Repite el proceso una y otra vez hasta enrabietarse. Revisa unas notas manuscritas y rastrea una vieja idea que consiga retorcer hasta convertirla en un argumento sólido. «Intereses familiares en un matrimonio de conveniencia», «Amor romántico» y «Ritos vudús prohibidos» son las alternativas que descarta. Necesita un golpe maestro, que las musas acudan a su rescate y lo iluminen. Arturín ha recibido ya tres llamadas de la editorial para reclamar un borrador que se convertirá en el libro más vendido de la próxima primavera. Su editor le ha prometido que aquella publicación será la antesala de la impresión del nombre de Arturín Pérez-Irreverente en el palmarés del Premio Cervantes o el Nacional de Literatura.

Arturín precisa de más inspiración. Se acaricia el muslo y con la punta de los dedos roza su entrepierna. Introduce su mano izquierda bajo el pantalón y masajea suavemente sus testículos de célebre literato. El desarrollo de la trama comienza a adquirir cierta fluidez y coherencia en la cabeza de Arturín. Aun así, la credibilidad del argumento se difumina al plasmarla con palabras. Para la celebridad toda lucidez se antoja poca. Se desabrocha el botón para liberarse de los pantalones. Acompaña el destape bajándose los calzones hasta la altura de su tobillos. Sus iniciales, A.P.I., adornan el tejido de su ropa interior, la cual se vende en su web bajo el lema «Irreverentes prendas para tamañas vergas». Una vez libre de intermediarios textiles, Arturín acaricia sus bolas a placer. Abre las manos y rodea con ellas las dos esferas. Las retuerce ligeramente, las estira de forma asimétrica. Sobre la superficie, sus dedos describen elipses, parábolas e hipérbolas. El célebre escritor cierra los ojos para absorber el chorro de luz que atraviesa su mente. Por fin lo tiene: «El destino de un futuro próspero, encarnado por un ángel negro, se presentó en sueños a Suzanne para guiarla hacia el corazón de Toussaint», teclea entusiasmado.

Todavía con las manos sobre sus genitales, Arturín llama a su agente para informar de la inminente finalización de la novela. La semana que viene enviará el borrador de Ángeles negros. «Tienes los huevos más grandes que el caballo de Espartero, don Arturo», le jalea su interlocutor como despedida. Es de sobra conocida la fama de los testículos de Arturín. Cuenta la leyenda que en eventos literarios, tras ingesta generosa, gusta de divertirse subiéndose en lo alto de la mesa y mostrárselos a colegas que no le rivalizan, críticos afines y gobernantes gustosos de rendir pleitesía a la refinada cultura.

Además de consagrado escritor, Arturín ejerce también como riguroso académico, articulista ingenioso, director de la revista literaria Calenda y agitador de ansias libertadoras. Desnudo de cintura para abajo, pasa revista a las columnas de opinión de El Inmundo, uno de sus diarios de cabecera. Un texto titulado Es un asco ser mujer —un alegato sarcástico que cuestiona a la administración en materia de igualdad— capta la atención de Arturín. Toma una foto del artículo, en la que se aprecia el borde de sus testículos, y la sube a sus redes sociales junto al texto «Hay que tenerlos bien puestos, @JuanaPomez». Enseguida el mensaje de Arturín genera la exaltación de sus partidarios. Aun halagado por las opiniones contrarias, las bloquea de sendos zarpazos.

El consagrado escritor necesita inspiración. Arturín cavila una temática atractiva para el nuevo concurso de relatos de Calenda. «Igualdad», «Semana Santa» o «Epístolas románticas», son algunas de las propuestas que ha esbozado en su libreta. Ninguna le convence. Acariciando sus testículos a dos manos, Pérez-Irreverente rebusca un atisbo de genialidad. ¡Ya lo tiene! El certamen versará sobre los huevos. Fritos, duros, blandos, estrellados, de granja, de corral, rellenos o poché. O como los suyos: huevos consagrados.

*Relato seleccionado III Concurso de Relato Corto SIN/VERGÜENZAKANAYA

Anuncio publicitario

5 respuestas a “Huevos consagrados

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s