No extrañéis, dulces amigos, que mi frente esté arrugada. Han sido incontables años de riguroso servicio a la humanidad. Allá donde un cuerpo estaba pidiendo tierra, acudía raudo y liberaba su alma en su partida al más allá. No obstante, fieles compañeros, toda andadura tiene un final. Tras sucumbir a vuestras súplicas y lágrimas, yo, la muerte, me retiro a descansar. Cuelgo la capa y la guadaña en busca de nuevos retos. Para vosotros queda la incertidumbre de si es posible la vida sin la muerte.
Segundo premio Certamen XIV Concurso de Microrrelatos: Machado en 100 palabras
