Mi parada siguiente fue la isla de Sicilia, a la que llegué camuflado en una camioneta cargada de ganado porcino. Necesitaba refugiarme, coger aire y tiempo para pensar, aunque mis pensamientos demandaban más riesgo. Paraba en una cafetería de los suburbios de Palermo cuando, entre los anuncios por palabras del periódico regional, encontré uno que buscaba piratas sedientos de aventuras y sin miedo a la muerte. Supuse que como toda publicidad exageraba un poco, pero enseguida empecé a fantasear con las hazañas que podría vivir, los tesoros que desenterraría en islas desiertas, las botellas de ron que pimplaría en cubierta entonando ‘La vida pirata’ y el atractivo que me proporcionaría. Sin pensármelo dos veces, acudí a una tienda de disfraces y me hice de un chaleco de cuero, una casaca con bordados, un sombrero con su calavera reglamentaria, parche para el ojo derecho, un garfio brillante y una espada que, aun siendo de plástico, hacía juego con mi pantalón. Desdeñé la opción de lucir un loro sobre el hombro, ya que no me seducía la idea de trabajar con la indumentaria regada de excrementos.
Seguir leyendo «Todos los caminos (Parte III)»Categoría: Vida Moderna
Imposiciones finadas
Detesto esa imposición moderna de pronunciarse ante la muerte de una celebridad. La mayoría de los desvergonzados cuentan una anécdota sobre el finado y se cuelan en la narración para arrebatar el protagonismo de quien pretenden homenajear. Es una forma patética de suplicar atención. A propósito de la muerte de Sánchez Dragó, Juan ‘el cobres’ me contó la vez que coincidió en los urinarios de un concierto de Pitingo con el susodicho y ambos se estrecharon la mano sin habérsela lavado previamente; cuando murió Paco Rabanne, Josito Navajas recordó en su facebook que fue a su padre a quien le ofrecieron primeramente el papel del Azaharías en ‘Los Santos Inocentes’, aunque el diseñador poco tenía que ver con el actor murciano; y cuando murió Olivia Newton-John, mi tía abuela Hortensia rememoró la ocasión en que descubrió el poliamor en una fiesta temática de Grease celebrada en el geriátrico donde hace años que la abandonamos.
Seguir leyendo «Imposiciones finadas»Todos los caminos (Parte II)
Una mañana, me levanté antes que el sol y marché de casa con lo puesto, dejando una escueta nota para Valeria. «No quiero morirme sin saber qué hay ahí fuera», decía. Me enfilé raudo hacia la estación y compré el billete del primer autobús que partiera al extranjero. Los caprichos de los horarios me propusieron Bucarest como destino y un viaje en el que tendría tiempo más que suficiente para pensar qué hacer. El autocar estaba repleto. El equipaje se amontonaba desafiando las leyes de la gravedad. Algunas gallinas y conejos trataban de camuflarse en el barullo. El compañero que me tocó al lado gozaba de una masa corporal imponente y un olor corporal que desprendía cierto espíritu de relajación. Además de ocupar su asiento, sus dimensiones hicieron acopio de más de la mitad del mío. Sudaba a borbotones y apagaba el calor bebiendo una tras otra lata de cerveza. El tipo viajaba acompañado de un instrumento musical que guardaba celosamente en una funda de piel. Tan sólo en sus frecuentes visitas al baño se separaba de él, pidiéndome que lo protegiera entre mis brazos como una madre envuelve con su calor a su cría.
Seguir leyendo «Todos los caminos (Parte II)»Todos los caminos (Parte I)
Probablemente, la curiosidad sea el motor que impulsa al ser humano con mayor determinación. Ha sido la curiosidad capaz de motivar los principales descubrimientos científicos, así como esbozar las obras de arte más maravillosas que se hayan podido nunca imaginar. En un nivel más cotidiano, tiene el poder de desarrollar el carácter y el conocimiento de todos los seres vivos, impresionarlos cuando sienten el desafío de lo desconocido y engañar al hambre del alma. Sin embargo, un arma tan potente como la curiosidad puede desencadenar los mayores desastres, arruinar felices y tranquilas existencias, herir los cuerpos lozanos, enfermar a los saludables o, en la peor de las coyunturas, matar despiadadamente. En mi humilde caso no sé dilucidar si la curiosidad optó por destruirme o si acudió a tiempo a mi rescate. Los relatos no saben juzgar por sí solos. Es la interpretación del lector la que tiene la potestad de hacerlo.
Seguir leyendo «Todos los caminos (Parte I)»Mi primera feria del libro
Últimamente todos mis días son iguales. Me levanto, cambio a la pequeña E, la conduzco hacia la teta de su madre, hago café, aúpo a la pequeña E a su balancín mientras desayunamos a toda prisa, cambio a la pequeña E y el resto del día tratamos de sobrevivir hasta que llega un nuevo día y repetimos el proceso. No obstante, el último sábado había que sumar a la agenda mi primera firma en la feria del libro. Ese evento con el que fantaseamos todos los falsos escritores e impostores de baja alcurnia. Había llegado tan ansiado momento y ahora mi incordiaba lidiar con mi desdoblamiento de personalidad.
Seguir leyendo «Mi primera feria del libro»La santa redención
Durante su estancia en el penal, Juan ‘el talegas’ recibió la llamada divina. El Altísimo dispuso que Juan entrara en una cofradía y así redimir una vida dedicada al tráfico y al pillaje. Una vez recobrada su libertad, Juan ‘el talegas’ desfiló como nazareno en la Hermandad del Cristo Soberbio. Bajo la capa blanca el antiguo preso escondía un arsenal de papelinas y chinas, las cuales pudo distribuir sin levantar sospechas entre los maderos. Para la próxima, y si el Altísimo así lo disponía, Juan ‘el talegas’ portaría el trono del Cristo Soberbio para menudear pecados aún más fuertes.

Huevos consagrados
El consagrado escritor necesita inspiración. El conflicto que vertebra la próxima obra de Arturín —una novela ambientada en la revolución haitiana— se encuentra encallado. No consigue inculcar la credibilidad y la emoción que requiere la historia de amor entre Toussaint Louverture, antiguo esclavo, general y futuro gobernador, y Madame Suzanne, mujer negra libre. Arturín golpea furioso las teclas del ordenador. Antes de asestar el punto y seguido borra toda la frase junto a un resoplido desesperado. Repite el proceso una y otra vez hasta enrabietarse. Revisa unas notas manuscritas y rastrea una vieja idea que consiga retorcer hasta convertirla en un argumento sólido. «Intereses familiares en un matrimonio de conveniencia», «Amor romántico» y «Ritos vudús prohibidos» son las alternativas que descarta. Necesita un golpe maestro, que las musas acudan a su rescate y lo iluminen. Arturín ha recibido ya tres llamadas de la editorial para reclamar un borrador que se convertirá en el libro más vendido de la próxima primavera. Su editor le ha prometido que aquella publicación será la antesala de la impresión del nombre de Arturín Pérez-Irreverente en el palmarés del Premio Cervantes o el Nacional de Literatura.
Seguir leyendo «Huevos consagrados»Sacar la basura
Tengo por afición sacar la basura. Es una práctica que además de gusto también ejerzo con responsabilidad ciudadana. Gracias a sus fragancias liberadas durante la descomposición, es la basura la que me indica el mejor momento para despedirnos. Cuando vuelvo de los contenedores me maravillo de la buena predisposición del servicio de basuras, siempre presto a recoger sin rechistar todos nuestros desperdicios. Algo parecido a sacar la basura me sucede con los escritos que envío a los certámenes literarios. No obstante, en ocasiones, sus organizadores carecen del buen talante del servicio de basuras.
Seguir leyendo «Sacar la basura»Shakira y el Clamidosaurio
Me proponía escribir un artículo genuino sobre la popular canción de Shakira. Además de una rigurosa documentación y un fino enjuiciamiento de su calado metafórico, ofrecía alguna anécdota golosa, como la vez en que me encontré a la colombiana en la consulta de un psicólogo especializado en almorranas parlante — una plaga que los medios han decidido ignorar—, nos saludamos y discutimos sobre la receta original del lomo de orza. No obstante, he entrado en Internet y he sido arrollado por un tsunami de comentarios, análisis que intelectualizan la composición y editoriales en medios y redes sociales con el único objetivo de sus autores de hacerse de notar.
Por eso he optado por escribir sobre el Clamidosaurio de King, también llamado el lagarto de cuello con volantes. ¿Sabíais que al sentirse amenazado despliega un collar de largas espinas de cartílago? ¿Y que en la danza del cortejo emite un sonido melodioso? La cría se produce en un pozo cavado en la arena, bajo el sol. La hembra junta allí hojas secas y pone entre ocho y veinte huevos que eclosionan entre diciembre y enero.

Isabel, Mario y yo
Devastado. Así es cómo me siento después de enterarme de que Isabel y Mario han roto su relación sentimental. Me refiero, por si hubiera duda, a Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. No sólo me entristece por la belleza que producía ver una pareja rebosante de amor puro, estilo y distinción que contraponía a la mendicidad de buen gusto e intelectualidad en la que estamos sumidos. Me apena también por lo que Isabel y Mario me han dado en estos ochos años de noviazgo.
Seguir leyendo «Isabel, Mario y yo»Viajando en el tiempo (El Drogas – Gira 40 Aniversario Barricada)
El pasado sábado viajé en el tiempo. Concretamente a mi adolescencia. Fue de la mano de El Drogas y su gira conmemorativa por el cuarenta aniversario de Barricada, la banda que él fundó en Pamplona y lideró hasta convertirla en una de las referencias más destacadas del rock en castellano. Por lo que a mí respecta se trata del grupo que más me ha marcado, ese que no me hubiera importado tatuarme en un arrebato de inmadurez y al que seguí tanto como mis exiguos medios y restricciones de chaval me permitían. No soy de las personas que suelen añorar ni romantizan el pasado, prefiero mirar hacia delante, pero era inevitable que miles de recuerdos sacudieran mi cabeza.
Seguir leyendo «Viajando en el tiempo (El Drogas – Gira 40 Aniversario Barricada)»Zóster
Hace algunas semanas apareció en mi cara una serie de erupciones. Al comienzo no le di mayor importancia, supuse que sería fruto de una pubertad mal curada o el efecto previsible de un atracón de langostinos con chocolate. No obstante, empecé a notar que mi cara despertaba miradas y murmullos por la calle. Una señora ataviada de toquilla negra me abordó para rezar un Ave María. Sostenía un rosario entre las manos mientras clavaba su lengua en mis sarpullidos. «Es el ataque de la culebrilla, zagal, ten cuidado o perderás la vista, el oído y el olfato. Deja que te sane, zagal, deja que te rece”. Salí espantado por si se trataba de alguna especie de timo o un intento de secuestro. Me refugié en una farmacia. Para no levantar sospechas, pedí que me despacharan una caja de preservativos y un chupete. Entre tanto la farmacéutica observaba detenidamente mi cara. «Muchacho, ¿alguien te ha mirado esos granos? Ve a urgencias y que te receten algo fuerte. Si no vas a tener que pensar en comprar un parche o un ojo de cristal».
Seguir leyendo «Zóster»El cazador cazado
Hace unos días paseaba con mi amada Costillita, una cerda que adopté tras escaparse esta de un matadero vecino en heroicas circunstancias. Mientras la gorrina buscaba barro donde revolcarse, recibí un correo con el fallo de cierto certamen literario de un pueblo de nombre impronunciable. Como es habitual, no encontré mi trabajo entre los premiados. Tampoco me sonaban los nombres de los autores seleccionados. Habitualmente, trato de evitar la tentación. Sin embargo, Costillita estaba tan inmersa en disfrutar de su exofilación urbana, que decidí investigar sobre los premiados. Al parecer el primer premio ya se había alzado con otro galardón un lustro atrás. Ni el nombre del relato había cambiado el muy villano.
Seguir leyendo «El cazador cazado»Los sextos compases del escritor
Los compases del escritor empezaban a entonar el son del final. Paradójicamente, estos no hacían amago de rebajar su intensidad o suavizar su tempo, sino que el rumor era cada vez más ensordecedor y el ritmo parecía imprimido por el diablo. Todo parecía indicar que de un momento a otro ocurriría el estruendo que antecede al silencio, a la calma y a la paz que todo escritor necesita para proseguir con su carrera hacia ningún lugar. No es que me asustara una vida bailando la danza del impostor, pero si pretendía alargar el baile tendría que volver a hilar palabras y enhebrar historias para dilatar el beneficio de la duda. Tras un proceso de años fantaseando con escribir una novela, planificando, redactando, aderezando, batallando, corrigiendo, puliendo, mandándola a la basura, amándola, odiándola, sugestionándome acerca de su calidad, buscando editorial, despachando y publicando, el ruido me había arrebatado cualquier atisbo de creatividad. En todo aquel proceso no había germinado ni una historia en mi mente. Tampoco recordaba haber plantado una semilla. Los compases del escritor me habían secado el cerebro.
Seguir leyendo «Los sextos compases del escritor»Los quintos compases del escritor
Emprender la publicación de un libro y enrolarse en el circo de la escritura es emprender una lucha constante contra las expectativas. Lo peor que uno puede hacer es tener expectativas. No es una filosofía que se ciña únicamente a la escritura, sino que conviene aplicarla para el resto de la existencia. Hay que arrancar de raíz toda expectativa, porque lo más normal es que jamás se cumpla y acabe generando frustración, desilusión, odio, adicción al pegamento o la necesidad de enrolarse en clases de bailes latinos. Me paso el día autoconvenciéndome de que mi mayor perspectiva debe ser únicamente la de sobrevivir al día. Nada más despertar me encierro en el aseo, me sitúo frente al espejo, frunzo el ceño, aprieto los dientes y grito masajeándome las sienes «Pa’ fuera expectativas, pa’ fuera expectativas, pa’ dentro realidad». No obstante, saben cómo seducirme y acaban por asfixiarme, dejándome una mísera bocanada que me mantenga con vida para que vuelva a caer en sus redes.
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