Cinco horas de autobús es el peaje más económico para viajar de Granada a Madrid. En vez de un tributo, me gusta tomármelo como una inversión.
Aprisionado en el asiento 43, con el ordenador sobre mis rodillas, celebro que el algoritmo de la compañía haya dejado el 44 vacío. Sobre él reposa mi optimista nómina de quehaceres: una carpeta de documentos urgentes que la pereza me impide revisar; un eBook con cuatro clásicos abandonados en el primer capítulo; una cantimplora de la que, por motivos de salud, está terminantemente prohibido beber; un panfleto que explica la creación del universo según los testigos de Jehová; y una libreta que siempre me acompaña para hacérmelas de interesante. Escribo: “El narcisismo está deforestando el bosque de la humanidad. Somos caminantes solitarios en el desierto”. Desde Iznalloz hasta Bailén repito el extracto en voz alta mientras me imagino alzando el Nobel de la Paz o el Roland Garros.
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