Dicen que el último pensamiento despierto es el que se propagará a lo largo del sueño. Es por ese motivo que suelo dejar sobre la mesilla de noche algunos materiales que me proporcionen un plácido descanso. Entre ellos, libros que cimentaron la literatura universal, postales de playas paradisíacas y algún que otro recuerdo de tiempos mejores en forma de fotografía.
Tras ser derrotado por el sueño, me adentro en un inmenso bosque cubierto de nieve. Un vasto abanico de álamos y píceas se extiende por mi alrededor, separado sólo por lenguas de ríos helados. Oigo el eco de unos aullidos cuyo rumor se intensifica por momentos. Al poco tiempo descubro una manada de lobos pardos que se dirige hacia mi posición. Trato de huir, no quiero ser una presa fácil. Por fortuna, un trineo tirado por perros se abre paso por la nieve y se detiene a mi lado. Los hombres que guían la expedición me animan a subir y me conducen a un campamento poblado por unos aborígenes. Uno de los jefes, Castor Gris, me saluda efusivamente y me presenta a su perro lobo. Los colmillos sobresalen de su dentadura y la bestia gruñe con desconfianza ante mi presencia. Recobrada la calma, encuentro que aquella sucesión de escenas me resulta familiar, como si ya la hubiera vivido. Castor Gris me presenta a un hombre de aspecto esmirriado, un tal Smith al que apodan el Hermoso. Por lo visto, el lobo y yo nos iremos con él a cambio de unas monedas y unas botellas de whiskey para el indio. Smith nos apremia a marcharnos propinándonos sendos estacazos sobre el lomo. Aunque mis recuerdos forman una maraña confusa, el instinto me advierte de un peligro inminente. He de escapar.
Despierto exaltado, con el corazón acelerado y envuelto en una película de sudor. Descubro el ejemplar de Colmillo Blanco entre mis manos, con el cual debí quedarme dormido. Mañana creo que me meteré en la cama disfrutando de la calma que suscita una postal de una playa de arena blanca y agua cristalina.
Influenciado por la lectura de Colmillo Blanco de Jack London. Reseña.
Texto presentado sin éxito al Concurso de Relato Hiperbreve de El Sauzal 2022
Jack London bien se presta a provocar sueños aventureros. Y también tiene libros en los que hay arena blanca y aguas cristalinas. Saludos.
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Es un hombre muy generoso. Estoy eternamente agradecido por haberme podido acercar a su obra y todavía lo que me queda por leer de él. Mil gracias por tu lectura, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Mantienes el pulso elegante y ensoñador a lo largo de todo el texto, enhorabuena.
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Se lo debo a mi buen amigo Jack. Es muy generoso, como tú. Me alegra que te haya gustado, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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Me pasa algo similar. Veo imágenes de playas paradisíacas antes de dormir y terminó en la selva húmeda, huyendo siempre de algo. Y eso que soy cultor de los sueños lúcidos. Buenas noches.
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Esa es la eterna lucha en el mundo de los sueños. Oye, no conocía la palabra «cultor». Ya me puedo acostar, he aprendido algo 😉 Un fuerte abrazo, adelante!
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Me ratifico en mi opinión sobre tu blog. A parte de bella prosa siempre se aprende mucho. Yo tampoco conocía la palabra “cultor”.
Por otra parte seguiré tus consejos sobre higiene del sueño dado que últimamente tengo pesadillas.
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Una buena higiene de pensamiento garantiza un gran descanso. Me alegra que te guste este lugar, como a mi tus visitas. Un fuerte abrazo, compañero. Adelante!
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