Vida Moderna

Indiferencia intacta

Andaba yo subido sobre la barra de lo del Ferlosio, declamando por Cabrío en presencia de Unamuna, el Cervan, Joselillo Saravago, Carlitos el Dickens y Julio Cortezas, entre otras celebridades. Fue mientras recitaba un soneto sobre la mugre de los pies cuando tropecé con un voluminoso torrezno de Tenerife, caí de la barra y di con mis huesos en un suelo cubierto de servilletas, huesos de aceitunas gordales, bigotes de quisquillas, cabezas de puros, cucarachas a medio morir y floridos insultos manuscritos. Al parecer el golpetazo en la cabeza me había hecho perder la consciencia. Entre Unamona y Cortezas me habían trasladado a un hospital cercano montado en el elefante de Saravago.

Allí debí permanecer ingresado un periodo que estimo entre tres días y un año. El tiempo se acelera sin control y a mí tampoco se me ocurrió preguntar no fuera a molestar. Antes de abandonar el centro, agradecí los cuidados de la facultativa que se había encargado de mi caso, la doctora Zhivaga. Y fue ella la que, sin embargo, me dio las gracias por haberle hecho disfrutar del poder de la palabra. Me contó que se había enterado de que era autor, que se había leído todas las obras de mi bibliografía y que deseaba exponerme algunas de las emociones que le habían hecho sentir mis textos. Hablaba de un fuego que le había recorrido desde la garganta hasta la corva. Puede ser que la doctora Zhivaga me atribuyera algunos libros, como Rajuela, Cien años de precariedad o Ensayo sobre la caldera, que no fueran exactamente de mi autoría.

Fue entonces cuando desperté tumbado sobre el pavimento de lo del Ferlosio, enterrado en bigotes de gambas, pieles de cacahuete y orines de celebridades. Miré a mi alrededor y comprobé que Unamuna, el Cervan, Joselillo Saravago, Carlitos el Dickens y Julio Cortezas continuaban abstraídos en sí mismos y sus proyectos hacia ningún lugar, apenas reparando en mi isignificante presencia, dejándome paladear el regusto de la pura indiferencia. Al menos mantenía la cabeza intacta.

2 respuestas a “Indiferencia intacta

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