Tras una serie de espontáneas apariciones que no por divertidas vienen al caso, Raymond Carver tuvo a bien sugerirme un par de autores mientras escalaba su Catedral. Uno de ellos fue Colette, con la cual me introduje en la brevísima e irreverente Gigi, y el segundo fue Jack London. De su vasta biografía, enseguida me decanté por Colmillo Blanco, pues, con bastante mala leche, éste era el mote con el cual se conocía al director y cura del colegio por el que pasé mis últimos años de adolescencia. Dudo que nadie de los que reía con aquel apelativo hubiera leído la obra homónima, pues el colegio prefería los manuales religiosos y la autoayuda encubierta, aunque es posible que sus creadores hubieran visionado alguna de sus adaptaciones cinematográficas. Se trata Colmillo Blanco pues de una novela clásica de aventuras, típicamente recomendada para lectores jóvenes, colmada de un conglomerado de reflexiones profundas y aún vigentes.
En unos tiempos donde cualquier minucia es urgente y donde hemos aceptado que debemos cabalgar en el carrusel de la información, se agradece poder escapar de la vorágine y pastar en pastos perennes. Especialmente interesante es el planteamiento de Colmillo Blanco, el cual asienta los rudimentos básicos de la existencia mediante una historia protagonizada por un lobo salvaje. Dicho recurso permite simplificar la construcción de los personajes, que los instintos impongan toda lógica y discutir la influencia del hábitat.
En particular, Colmillo Blanco nos sitúa en el gélido Yukón —región del noroeste de Canadá que limita con Alaska— durante la época de la fiebre del oro. En este contexto una perra asilvestrada pare una camada de perros lobos, de la cual sólo consigue sobrevivir Colmillo Blanco debido a la hambruna. Es probablemente ésta la fase más bella de la novela, al descubrir la vida y la propia percepción desde los ojos de la cría de lobo. Paulatinamente, Colmillo Blanco toma conciencia de la crueldad que entraña el reino animal y que ha de sacar a relucir sus facultades depredadoras si pretende sobrevivir. Más tarde, el lobo es capturado junto a su madre por un grupo de indígenas y se traslada a su campamento. Allí se emplea como perro de trineos, se torna solitario e indómito por el recelo del resto de perros. Finalmente, acaba siendo vendido al despiadado Smith, quien introduce al lobo ya adulto en peleas a muerte contra otras bestias. De esta forma, Colmillo interioriza dos tipos de violencia muy diferenciada, que, por fortuna, más tarde podrá redimir con el amor humano y animal.
Las descripciones de Jack London resultan tan profundas que cada página parece convertirse en una postal rebosante de naturaleza virgen. A destacar también la rigurosidad del autor con los pormenores zoológicos y también el retrato psicológico de los personajes humanos. De entre las múltiples interpretaciones de Colmillo Blanco, pudiera esgrimirse una analogía sobre el proceso de civilización humana desde la naturaleza primigenia hasta la complejidad urbanita de nuestros días. También, a propósito de la actualidad, subyace una cierta justificación de la violencia como uno de los elementos más rudimentarios de nuestra sociedad. En otras palabras, la violencia mana de la ignorancia y el amor forma parte de un comportamiento más refinado.
Sea como fuere, ahora podré sonreír con cierto conocimiento de causa al escuchar el apelativo burlón de Colmillo Blanco. Lo que me temo, no obstante, es que Carver está demasiado ocupado como para aparecerse en mis pensamientos y que ahora tendré que delegar el peso de las recomendaciones literarias en el azar.
Jack London fue uno de mi escritor favorito en mi adolescencia. Me gustaron mucho sus libros.
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Al parecer es un autor especialmente indicado para iniciarse en la novela. A mi profesor de lengua le pareció divertido iniciarnos con Paulo Coelho y Joan Bardy. Si los delitos no están prescritos, quizá pueda ganar un dinero en concepto de indemnización. Por supuesto, volveré a Jack London. Literatura en mayúsculas. Un fuerte abrazo, adelante!
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Alucinada me dejas… mi profe era más de clásicos medievales…🤦♀️
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Una hermosa obra que leí en mi infancia y que ahora, los niños y jóvenes en su mayoría, no la conocen. ¡No enterremos a los clásicos!
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Ha cambiado tanto el paradigma de las referencias que poco a poco quedan enterradas entre tanto trap, videojuegos y redes sociales. Sigamos reivindicándolos, compañera. Un fuerte abrazo, adelante!
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Otro abrazo para ti que mantendremos vigentes a los clásicos.
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Muchas gracias por la labor de difusión, compañero. Un fuerte abrazo, adelante!
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¡Hermosa reseña! Habrá que leer más a London, con el vagabundo de las estrellas disfruté mucho y ésta tiene muy buena pinta también. Abrazo, compañero, adelante!
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A nivel de calidad literaria, creo que es un tipo indiscutible. Lo que más me atrae, no obstante, es ese rasgo atemporal que tienen este tipo de narraciones. Me alegra que te haya gustado. Mil gracias por la recomendación. Un fuerte abrazo, adelante!
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¡Muy de acuerdo respecto al Jack London! y gracias a ti también por Colmillo Blanco. Hay otra novela que creo que se llama bravo o aullido, no estoy seguro, y va sobre un perro domestico que regresa al estado salvaje, probablemente también te gustaría. En este caso yo vi la película animada que tenía su encanto aunque es bastante dura. Gracias, amigo, nos leemos.
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La llamada de lo salvaje
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¡Ese es! brutal!! ¿La leíste?
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¡Apuntado para leer en un futuro no muy lejano! Bienvenida a este lugar, compañera. Un fuerte abrazo, adelante!
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Qué buena reseña, Rafalé 😅 Todavía no he leído nada de Jack London pero, vista tu reseña, a esta novela podría ser la candidata ideal.
¡Muchas gracias!
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Es una novela con mayúsculas, por tanto, antes o después, hay que leerla. Espero que la puedas disfrutar en todo su esplendor. Un fuerte abrazo, adelante!
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Excelente reseña 👍⭐
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Me alegra mucho. Un fuerte abrazo, adelante!
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Muchas gracias por tu estupenda recomendación. Un abrazo!!!!
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Un clásico. En este caso poco he podido descubrir😉 Un fuerte abrazo, compañera. Adelante!
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